Conocí a Julio Pan hace una cantidad de años indeterminada. Pueden ser 15, o un poco más. En ese momento era uno más del staff de una peluquería de Drago y Julián Alvarez. En aquella época yo tenía por costumbre ir a cortarme el pelo ahí, junto con mi tío. Entre tijeras y navajas, fuimos haciéndonos amigos de Julio.
Con mucha sorpresa, un día en la peluquería nos encontramos con su ausencia. Por lo bajo, la chica que se encargaba de los lavados de cabeza nos dijo que Julio había abierto su propia peluquería, y que quedaba a la vuelta. Por supuesto que lo seguimos.
Para un hombre es fundamental la fidelidad a un peluquero. Un hombre nunca sabe qué peinado pedir, o cuál corte le gusta. Ni siquiera sabe explicar cómo le cortaron la última vez. Por eso un peluquero de hombres no necesita cortar bien el pelo. Con que pueda dar charla es suficiente.
Julio nunca se acordaba cómo me había cortado la última vez. Pero disimulaba. Me preguntaba "¿Cómo siempre?" y yo asentía. Ahí empezaba a dar tijeretazos, y cada tanto me preguntaba si más corto, si por arriba de las orejas, si lo rebajamos atrás y cosas así. Con eso le alcanzaba para hacer un corte mediocre. Y ningún hombre -que no sea afeminado- necesita más que un corte mediocre.
En lo de Julio siempre había revistas El Gráfico. Generalmente viejas, pero para mi cuanto más antiguas mejor. Uno revivía hazañas históricas pasadas en las revistas, mientras charlaba con Julio y los parroquianos sobre el fútbol del fin de semana. Si ibas a la tarde -y otra no te quedaba, porque a la mañana no abría- seguro que veías un partido internacional de cualquier liga o campeonato.
Julio era hincha de River, lo que facilitaba las cosas para hablar de fútbol. Pero además era de Chacarita. Aunque muchos lo suponían hincha de Atlanta, Julio tenía su corazoncito en Chaca. En aquella época jugaban en la misma división, y después de los clásicos largaba una fina ironía que delataba su verdadera pasión. Y eso que lo de Julio nunca fue la ironía fina.
La supuesta pertenencia a Atlanta era una estrategia de marketing, o de supervivencia si se quiere. La peluquería estaba en el corazón de Villa Crespo. Quizás por esa ubicación, quizás por el tema recurrente del fútbol, o más probablemente por las dos cosas, Julio empezó a atender a los jugadores de Atlanta. Y un día fue Samuel, y otro Riquelme, y más tarde decenas de otros jugadores. Y ahí se autodenominó el "coiffeur de los futbolistas". Y creyó en eso con tanto fervor que terminó siéndolo. A su paso, todos dejaron camisetas, medias, guantes. Un recuerdo, una frase, tapizando de colores y banderas el pequeño y rotoso local.
Julio se ganó una merecida aunque modesta fama. Le hicieron notas en Olé y algunos medios barriales o "alternartivos". A los futbolistas se sumaron famosos, o mejor dicho gente del medio, como Martín Liberman o Sebastián Wainraich. El conductor de TVR incluso habló de él en una nota que le hicieron en la revista Hombre:
-Ahora tenés dos líneas marcadas en la nuca… - Esa es la firma que nos hace Julio Pan, mi peluquero, a los pelados. Su peluquería podría aparecer en la película "Cigarros", de Paul Auster. Es un club social donde uno va y charla de fútbol, de boludeces; con camisetas colgadas y fotos autografiadas de los jugadores de fútbol que van a cortarse ahí: Riquelme, Zanetti, Samuel… y el equipo de Atlanta.
El clima está bastante bien descrito por Wainraich. Julio estaba siempre acompañado por dos o tres amigotes de barrio que pasaban a perder el tiempo por la peluquería. Con tanta charla, Julio se demoraba más de tres cuartos de hora con cada cliente. Si llegabas y tenías varios adelante, tenías que mentalizarte para una espera importante. Pero a nadie le preocupaba. Muchos clientes venían, se sentaban y charlaban. Dos horas después le decían "mañana vengo a cortarme". Julio te daba café, era casi un bar ese lugar. Para navidad o año nuevo organizaba una choriceada barrial e invitaba a todos.
Hace unos tres años que no voy más a lo de Julio, por diversos motivos que no vienen al caso. Hoy a la mañana, medio dormido todavía, veo una nota en "Arriba argentinos" a pantalla dividida. En la mitad izquierda mostraban un operativo policial en el que secuestraron 250 kilos de cocaína en barriles de dulce de membrillo que tenían a España como destino final. En la otra mitad Canal 13 mostraba la foto en blanco y negro de Julio, y el periodista decía que era el líder de la banda.
Incrédulo, corrí a Internet. Ahí hablan de "Julio Fan" y de una "cadena" de peluquerías. En la tele incluso ensayaban teorías sobre cómo Julio usaba la peluquería como fachada. Puras pavadas. Julio no es narco.
Este post -contradiciendo el espíritu del blog- va sin foto. Tengo una de Julio, pero no soy botón. Hace mucho que no lo veo. Pero cuando esto se aclare voy a volver a la peluquería. "Cortame como siempre Julito".